sábado, 27 de agosto de 2011

»The Little Blue Beast; Yuni Psychosocial.

Hablar de ella en tercera persona siempre me pareció la manera más razonable de hablar sobre mí: Nunca llegué a conocerme tanto. Por eso hoy os cuento su historia.
La historia de la chica que creía que volaba cuando movía los brazos muy rápido. La chica que creó un mundo de historias de fantasía en su cuaderno. La chica que sonreía por obligación, y la que se castigaba si no lo hacía. La chica que estudiaba, pero no matemáticas, lengua, ciencias, ni historia… estudiaba la felicidad, práctica y teóricamente. La chica que finalmente se enamoró de la vida después de mucho tiempo. La chica esa que se lo creía todo, y la que no sabía seguir si alguien no la empujaba primero.
Hoy os contaré su historia cotilleando en su cuaderno.
Simplemente, relajaos, y descubrid cómo ella ve el mundo…
Quizás os sorprenda.

Ah… ¿Qué quién soy yo?

Bueno, ojalá me lo hubieras preguntado hace un par de años. Te habría contestado exactamente quién era, y quién quería llegar a ser… Hace un tiempo lo tenía todo claro, pero los planes son presa del destino, y de la única cosa que puedes estar segura es de que nada va a salir como habías imaginado.
Ya debería estar acostumbrada: Nunca puedes saber cuándo se caerá aquello en lo que tanto confiabas… Independientemente de lo dura que sea la roca, al final, se rompe. Porque las rocas se rompen. Porque todo cambia, incluso aquello que tenías más seguro…

Me llamo Angy, tal cual, y mis apellidos son totalmente prescindibles ya que todo el mundo me conoce como Yuni Psychosocial. Tengo 15 años, y sí, ya sé que estáis pensando que soy la típica cría que cree saberlo todo sobre la vida, cuando apenas sabe lo que significa esa palabra; pero creo que, los golpes que he recibido, a desproporción con mi edad, me han obligado a madurar antes de lo previsto. Y no me refiero a que se me haya muerto el hámster, o a que me haya dejado mi novio. Nada de eso. Aún sí, tú no me conoces, así que no te atrevas a juzgarme. Algo que me molesta enormemente son los prejuicios.
Vivo en Sevilla, Andalucía, siendo sevillana de pura cepa.

Y, ¿qué más quieres saber de mí?
Soy el perfecto prototipo de lo que la sociedad denomina “bicho raro”, y me encanta serlo. Nunca busco la aprobación de los demás, y jamás intentaré integrarme allá donde no encaje. Tampoco me esforzaré por caerte bien. A la vista está que no pretendo causar una buena primera impresión.
No puedo fingir ser alguien que realmente no soy. Si hago tal cosa, seguramente después acabe decepcionándote y, puestos a decepcionarte, mejor hacerlo desde primer momento, ¿no crees?
Puede que parezca una completa borde antisocial, pero así es mi comportamiento, y así soy yo. Tengo mis principios, mis creencias, mis costumbres, mis malas costumbres, mis manías, mis vicios... y, eso, lo antepongo frente a todo.
En la primera impresión siempre dejo ver un pequeño ápice de cómo soy en realidad; si te ha gustado, entonces, te reto a que me conozcas en profundidad, y a que finalmente acabes por desenmascararme. Si no, puedo asegurarte de que pierdes el tiempo conmigo, pues como bien he dicho antes, no tengo el más mínimo interés en caerte bien. Odio a ese tipo de personas que se desviven por caerle bien a todo el mundo, haciendo que me replantee infinidades de veces la pregunta de para qué se inventaría el papel higiénico con tanto lameculos suelto.

Soy hipócrita, sí, ¿por qué no? Vamos, ¿me vas a decir que tú no lo eres? Pf, no me hagas reír. El primer paso, para todo, es asumirlo, y yo ya lo hice. No es algo de lo que me sienta especialmente orgullosa, pero he de admitir, que me ha ayudado en más de una ocasión. También soy manipuladora, fría, y calculadora. Puedo ser la tía más cabrona e hija de puta del mundo si me lo propongo.

¿Quién lo iba a decir, eh?

Y no es que sea mala persona, la gente crece y hay quien se vuelve bueno, quien se vuelve malo, y quienes se vuelven como yo. Que sólo le dan por culo a quienes realmente se lo merecen.

La gente suele decir que todo el mundo tiene dos caras… yo digo que puedo tener, perfectamente, hasta diez. He creado mi propio mecanismo de defensa, pero parece ser que no lo entienden. No comprenden que, los que se han hecho una coraza, no es para protegerse; sino para que nadie vea que ya están destrozados por dentro… Y yo odio esa puta sensación. No soporto sentirme vulnerable o inferior ante los demás, y nunca me permito dar esa impresión, puesto que no soy más grande que nadie, ni más pequeña que todos. Soy yo, y punto. De hecho, soy orgullosa hasta lo extremo; de esas que piensan que el orgullo es lo último que se pierde, pero, sin embargo, tengo muy poco amor propio.

Por otra parte, soy buena amiga, pero amiga de las de verdad. Puedo ser la que te ayude siempre que lo necesites, y la que, pase lo que pase, jamás te dejará caer. La mano en la que apoyarte, y la sonrisa que te anime. Tu confidente de secretos, y tu consejera personal; te puedo garantizar que, tus secretos, estarán a salvo conmigo, y que encontraré una solución a tus problemas cueste lo que cueste. “Amistad” es una palabra enorme para mí, pero si tú no puedes aguantarme en mis peores momentos, ten la seguridad que no me mereces en mis mejores. Lo bueno compensa lo malo, y en mi caso lo compensa con creces. En el momento en el que me aceptes tal y como soy, con mi cara buena, mi cara mala, y mis ocho caras restantes, soy capaz de poner la mano en el fuego por ti, e incluso vendería mi alma sólo por darte lo mejor. No hay nada que agradezca más, que alguien que me acepte tal y como soy. Eso, es lo más grande que una persona puede hacer por mí.

¿Quieres descubrir un poquito más sobre mí?
Me gusta el chocolate, pero con leche. No me gusta decir lo que quiero, o a quién. Pienso a menudo en tonterías, y no llego a ninguna parte. Odio mi bipolaridad, que es realmente brutal, y mi forma espontánea de enfadarme. También odio mis inseguridades, y no tener las cosas claras a cada momento. No soy rubia, y tampoco alta. En realidad, ni siquiera llego al metro setenta, y odio los tacones, con lo que supongo que nunca llegaré a superarlos. Suelo estar contenta a menudo, la verdad, pero, cuando no me siento bien, no hay quien me aguante. Nunca me enseñaron a sonreír, tuve que aprender sola. Soy incapaz de estarme quieta, y no me enfado casi nunca, y si lo hago son enfados de cinco minutos en los que a veces me entran ganas de ponerme a patalear como una niña de tres años y medio… Me gusta mirar la hora, pues es lo único que hace que me dé cuenta de que, el mundo sigue, sin importar lo que pase, o haya dejado de pasar. Odio las medias verdades. Me fijo en todos los detalles que componen a una persona de los que ni siquiera ella misma se había percatado. No me gusta decir “te quiero”. Me cuesta reconocer mis malas actitudes. Amo el reflejo de las cosas en el agua, cuando ves la misma imagen pero del revés, como si fuesen dos mundos inversos. Creo firmemente en la afirmación de que los amigos se cuentan con los dedos de las manos, y sí, mis amigos son los mejores, como piensa todo el mundo de los suyos, pero los míos son de verdad. No me gustan los grandes gestos oportunos, soy más pequeño del detalle de una conversación perezosa. Soy realmente cabezota. Todo me hace reír, y mis carcajadas son bastante escandalosas, así que, si tú has conseguido sacarme alguna, lo voy a tener en cuenta. Odio esperar algo que, con seguridad, no vale realmente la pena; pues algo que es tuyo siempre irá a ti legítimamente. Una de las ilusiones de mi vida, es montarme en uno de esos autobuses de dos pisos que enseñan la ciudad, con la persona que quiero y llenar en un solo día miles de sitios con recuerdos. Odio darme cuenta de que estoy respirando, y preocuparme de la respiración. Mis inseguridades son la razón de muchas de mis actitudes negativas. Soy partidaria de las caricias que curan arañazos, de los perdones sin palabras, y de aferrarme a un clavo que no arda, para no tener que lamentarme luego de las quemaduras. Me he dado cuenta de que “elegir” es la peor palabra del mundo, seguida de cerca por “desconfianza”. La luna siempre me ha parecido una carita sonriente, algo realmente precioso. Me gusta cantar cuando nadie lo hace. Odio no saber qué decir, no estar a la altura de algo sabiendo que puedo llegar. Me encantan los momentos en los que soy feliz sin ningún motivo. No soporto que me digan lo que tengo que hacer. Odio decir “adiós”, a mí me gustan más los “hasta pronto”. Si me agobias, yo así no funciono. Y no es que empiece a arreglarme tarde, es que el tiempo pasa volando. Odio las clases de Física y Química, y la hora de Tecnología es mi preferida para dormir. Mis animales favoritos son el perro, y el lobo. El diecinueve de diciembre es un día que odio. Antes de dormirme siempre hago cosas raras, como por ejemplo leer de nuevo cada mensaje de personas importantes. Disfruto como una enana comiéndome un huevo Kinder, pero aún más montando el regalito. Que la vergüenza es algo que perdí hace mucho tiempo. Sufro enamoramientos de paradas de autobús, o colas de supermercado. Me encantan las canciones que me recuerdan a algo. Me gustan tanto los pequeños placeres de la vida… pero me gustan cuando realmente los aprovecho; la gente que sonríe por la calle, la satisfacción de un trabajo bien hecho, una llamada de alguien inesperado, un abrazo como si fuese el último, una película con significado identificable, un “te quiero” cuando más lo necesito…

¿Qué es lo que me hace diferente?
Bueno, en realidad, nunca he dicho que lo fuera. Y, ahora que lo pienso, supongo que tampoco soy rara. Sólo soy de originalidad extrema.
Soy cabezota y, cuando me propongo algo, es mejor que no intentes detenerme, pues, aunque me pongas las cosas difíciles, te aseguro que, tarde o temprano, terminaré consiguiéndolo.
Cuando quiero algo doy cuerpo y alma para conseguirlo hasta que, destruida, recojo los pedacitos que me quedan y vuelvo a reconstruirme siempre igual a como era antes, e incluso mejor; las derrotas para mí son un medio de aprendizaje, no suelo hundirme en ellas, siempre salgo victoriosa sea de una manera o de otra. He aprendido que la vida es caer y levantarse, y volverse a caer, y volver a levantarse.

Y, aunque parezca muy echada para adelante, he de admitir que también tengo mis miedos, como todo el mundo. Me dan miedo los segundos antes de que den alguna nota. Un “tenemos que hablar”. Me da miedo enamorarme de verdad. Engancharme a algo y no encontrar forma humana de soltarme. Me dan miedo las clases de Física y Química. Las despedidas…

Suelo ser bastante tolerante, y no soy, para nada, superficial. Siempre me fijo en la persona, y su estética y ropa me importan una mierda. Pero no soporto a esa gente que es el perfecto estereotipo de persona perfecta que todo el mundo espera que sea; que nunca hacen nada que sobresalte a los demás, ese tipo de gente que parecen no tener vida propia, y que están apagados por dentro… de esos que están tan aburridos que necesitan meterse en la vida de los demás para tener algo interesante en lo que entretenerse. Sin embargo, me encanta que la gente como ellos me pongan verde a mis espaldas, así no tengo que molestarme en oír mis defectos, que los oigan los demás, yo ya me los sé.

Lloro con mucha facilidad, pero soy tan divertida en ocasiones, que te dolerá cada centímetro del cuerpo de tanto reírte. Puedes verme llorando y te aseguro que, a los dos minutos, estaré muriéndome de la risa, y, tras pasar horas riendo, justo cuando mi risa se hace más escandalosa, romper a llorar durante un buen rato.
Soy terriblemente bipolar, pero bipolar para todo.
Las películas de libros nunca me gustaron, a pesar de que el cine sea mi mayor afición, sobre todo si se trata de alguna película romántica o de zombies. No me gusta la soberbia, y odio el orgullo, sin embargo él a mí me adora. No soporto los silencios, aunque a veces mi silencio dice más de lo que te diría una hora entera hablando conmigo. Si me dejas, puedo pasarme un día entero durmiendo. Me encanta dormir, pero paso noches en vela. Odio que me enciendan la luz de madrugón, y me hagan volver a la realidad; mi peor momento del día es cuando tengo que levantarme de ese refugio llamado cama, aunque amo el momento antes de despertar de los sueños, ese torbellino de sensaciones no comparable a ninguna otra sensación del mundo. Me enerva no saber lo que quiero, y al mismo tiempo saber que, lo que quiero, no se puede tener. No aguanto que la gente me ignore cuando hablo, siendo yo la primera que suele ignorar a los demás cuando me hablan. Que me ilusiono con tonterías, y me desilusiono con facilidad. Soy pesimista hasta lo extremo, sin embargo, el optimismo me vence. A pesar de ser un “culo inquieto”, y no poder parar quieta ni un solo momento, me puede la inercia de no hacer nada. Aprendí a dejar de soñar con tonterías, pero sueño con soñar algo que pueda pasar, y luchar por ello hasta que no me queden fuerzas. Me gusta llorar de alegría. Pienso que mi colegio es prácticamente una cárcel, en serio, es lo más parecido a un campo de concentración nazi que he visto, pero he de reconocer que en él he pasado la mitad de todos los buenos momentos de toda mi vida. Tengo dudas, sin dejar nunca de serme fiel a mí misma. No me gustan los cambios, aunque creo que son buenos e inevitables, así que los recibo tan bien como puedo…

Soy así. Porque sí. Porque pasan cosas. Cosas que no esperas. O no quieres. O no te gustan. Porque el mundo cambia y te termina convirtiendo en alguien que ni siquiera sabías que podías llegar a ser.

Yo, sólo soy una gran contradicción.

Voy a volver a estudiar los libros cerrados. Ya no hay perro que me ladre, ni zorras que me hagan llorar. Estoy hasta los cojones de la gente sin vida propia. De las putas mentiras, y del sol, que no deja de salir cada noche que no quiero que acabe. He dejado de corregirme cada dos por tres, vuelvo a las andadas; me he hecho una promesa, y es buscar soluciones, no problemas. Que, cuando das algo, no tienes que esperar las gracias, y que, cuando pierda, no me venga abajo. Pero, lo más importante que he aprendido, es a no creer en las personas, a no tragarme sus promesas…

Y aquí estoy. Esta es mi vida: No pido que me encante, no pido enamorarme, no pido ser feliz… me conformo con lo que tengo. No me hace falta sentirme superior.
¿Sabes? Dijo Will Smith, que, la vida, no se mide por las veces que respiras, sino por los momentos que te dejan sin aliento

Esta soy yo, y lo sé. No soy perfecta, pero eso tampoco me preocupa demasiado, es más, no quiero serlo. De hecho, me encanta ser perfectamente imperfecta; de todas formas, quien piense que es perfecto, es demasiado imperfecto e inútil.

Digo todo lo que pienso, pero no pienso todo lo que digo. Soy demasiado sincera, mi sinceridad es aplastante hasta el punto de hacer daño, aunque ya sabes lo que dicen: La verdad duele.

Y, ya que presumo de sinceridad, para finalizar, diré que, de cinco palabras que digo, ocho, son mentiras.

Si todavía tienes alguna duda sobre mí, vente por esta zona, no dejan de hablar de mí.

Y recuerda que, cuando hago una promesa, siempre la cumplo.

¿Qué?, ¿te atreves a conocerme?